(Extracto de mi libro: "Aprendizaje Creativo").

Disponible como ebook en las tiendas: Kobo, Apple, Barnes & Noble y Tolino.

Por Eugenio Pacelli Torres Valderrama

Innovación es un térmico genérico asociado al progreso y la búsqueda de nuevos métodos, con el fin de mejorar algo que ya existe o dar solución a una necesidad.

Dependiendo del campo en el que se aplique cambia ligeramente el significado.

En tecnología la palabra clave es «avance».

En el sector empresarial el énfasis se hace en el «mercado» y la «organización».

Cuando de educación se trata, supone la introducción de «cambios novedosos» para mejorar el proceso enseñanza-aprendizaje.

En todos los casos el propósito final es solucionar un problema o facilitar una actividad.

El progreso, por su parte, se toma como un ideal al cual deberían ir encaminados todos nuestros esfuerzos y es lo que se añora en las regiones más apartadas.

Recuerdo un día en el que en una de mis caminatas pasé junto a una escuela rural. Era una de esas mañanas radiantes típicas de los alrededores de Málaga en la que se siente la frescura de la naturaleza.

Los niños estaban repartidos en cuatro salones de clase y la luz se colaba por ventanas protegidas por rejas metálicas en cuya parte inferior se habían instalado láminas de madera, seguramente para prevenir que los alumnos se distrajeran.

El tema de una de las clases era la metamorfosis de la rana, que la profesora explicaba valiéndose de una anticuada lámina colgada frente al tablero.

De haber tenido la oportunidad de hablar con las maestras lo más probable es que se hubieran quejado de la falta de recursos, argumentando que es la principal razón para el atraso de las comunidades.

En el caso hipotético de que tal inquietud fuera escuchada por alguno de los políticos responsables del desarrollo local, y suponiendo que mostrara interés, les haría llegar la promesa de un computador por salón y posteriormente anunciaría a los cuatro vientos que había llevado el progreso a ese remoto sector.

Quien leyera el suceso en el periódico lo comentaría con sus conocidos y todos estarían de acuerdo en que las cosas por fin comenzaron a cambiar.

Ese es el paradigma del progreso y la innovación con que hemos crecido y que seguimos apoyando y pregonando como si se tratara de la única solución posible.

«Cambios novedosos» dice la definición de innovación y por supuesto que este lo es.

Lamentablemente se trata del cambio equivocado.

Para ilustrar este punto debo culminar mi relato.

Más tarde, ese mismo día, pasando un arroyo, descubrí un pozo lateral que bullía con renacuajos en varias etapas de desarrollo.

No pude más que reírme de aquella paradoja. Los niños enjaulados en medio de uno de los parajes más impresionantes que conozco, absorbiendo el conocimiento como si de algo ajeno se tratara y creciendo con una mentalidad restringida que les recordaba a diario las desventajas en que estaban.

A un kilómetro de la escuela tenía lugar una de las más grandes maravillas de la naturaleza y a los pequeños se les negaba el acceso. Estudiar la metamorfosis en vivo y en su propio entorno es un privilegio reservado a pocos y sería la envida de escolares de la misma edad provenientes de Finlandia o Singapur, famosos por su alto nivel educativo.

Despreciamos nuestras ventajas enceguecidos por la idea de un desarrollo que nunca vamos a alcanzar.

Los recursos abundan y están al alcance de nuestra mano. Este es el paradigma más urgente que debemos implementar en educación.

A veces pareciéramos adictos a las limitaciones, las idolatramos y las esbozamos como banderas para promulgar nuestra inacción. Mientras tengamos la excusa de la falta de recursos todo funcionará, más o menos. Lamentablemente nos hemos acostumbrado a pensar que «más o menos» es suficiente.

Desperdiciamos los privilegios que tenemos hasta el punto en que ya no somos conscientes de ellos, y en el proceso olvidamos nuestra propia naturaleza e identidad.

La innovación educativa debería estar encaminada a redescubrir los misterios del medio ambiente y todo lo demás que es nuestro y estamos en peligro de perder.

En el modelo actual desde el jardín infantil se somete a los niños a un extenuante horario y no se les ofrece la debida oportunidad de desarrollar el sistema motriz ni el poder de observación. El mundo se reduce a la voz del maestro y las líneas de su cuaderno. Por cumplir los programas del ministerio se pasan por alto también actividades que fomentan la formación de conexiones neuronales como la caligrafía, el tejido o la creación de historias, y que son fundamentales para el desarrollo de la creatividad.

Nos enfocamos tanto en aprovechar el tiempo, que en el afán lo que hacemos es desperdiciarlo.

En los primeros años del bachillerato, la época en que se desarrollan las emociones, se tienen los problemas de indisciplina, y con toda razón, pues al habérseles robado la posibilidad del movimiento se sienten inquietos y manifiestan su frustración con el desacato al orden establecido. Se les bombardea con informaciones inconexas y nunca se les permite planear proyectos de su propia iniciativa.

Durante los últimos años de la secundaria la personalidad se ha desarrollado en tal medida que la prioridad es dejar huella en la sociedad. Esta tendencia correctamente canalizada puede ser de gran beneficio para el desarrollo de las comunidades. Lo que se ve a menudo, sin embargo, es justo lo contrario, jóvenes desmotivados y sin perspectivas claras esperando la siguiente orden para cumplirla a medias y pasar al siguiente nivel. Las habilidades que más necesitan: el pensamiento crítico, la solución de problemas y la toma de decisiones, les fueron amputadas en los años previos.

En todos los niveles de la educación, un correctivo que no cuesta mucho sería programar caminatas semanales por los senderos veredales y los pueblos vecinos. Para los niños de la primaria el objetivo estaría enfocado al movimiento y la observación. En los primeros años del bachillerato, a la descripción, es decir, a la búsqueda de cualidades estableciendo semejanzas y diferencias y relaciones de causa y efecto. Los jóvenes de los grados superiores tendrán oportunidad de relacionarse con los campesinos y registrar sus historias, tradiciones y manifestaciones artísticas. Igualmente, podrían participar en programas de recuperación de los recursos hídricos, así como en el reconocimiento de la flora y fauna y las formaciones geológicas locales. El gran éxito de este tipo de educación sería que por ellos mismos decidieran recoger la basura que encuentran en los caminos.

El tiempo que se invierta durante la época escolar en fomentar la creatividad, nunca será un desperdicio. Sus efectos repercutirán en el bienestar de la sociedad y éste, en última instancia, es el objetivo de la educación.